viernes, 24 de julio de 2009

La Revolución Rusa de 1917: una interpretación hegeliana

Autor: Marcelo Arancibia.
4° Año Medio (2009)

Se dice que fue la primera revolución proletaria de la historia. La demostración empírica para algunos, de la lucha de clases planteada por Marx. El “gran paso” que Rusia debía dar para entrar a la época moderna acorde a sus pares europeos. El derrocamiento del caduco sistema zarista y con él, el de la monarquía, es el hijo mayor de este gran proceso.

La pérdida de la batalla por Manchuria de los rusos frente al oriental Japón, en 1905, la mala gestión económica del Zar Nicolás II, los siglos de opresión del régimen zarista a las clases más desprotegidas, la inequidad social, la entrante “Gran Guerra”, que demandó a tiempo completo la labor estratega del Zar, y por ende, la comandancia política del país en manos de la Zarina Alejandra, quien deficientemente desempeñó la labor y sin duda, la más importante de todas, la conciencia de clase, que asumió el pueblo de la Rusia revolucionaria, fueron los principales factores que hicieron que un Febrero y un Octubre de 1917 fuesen inmortalizados en la Historia Universal, como la temporalidad que dio fin al antiguo régimen, para dar ahora, cabida al nuevo, que paradójicamente, culminó por ser algo muy similar.

Por un lado, encontramos al poder monárquico del Régimen Zarista, un régimen totalitario y autocrático apoyado por las fuerzas militares. Los historiadores describen dos grandes vertientes del sistema monárquico ruso: “Los Zares de Todas las Rusias” (1547-1721) y “Los Emperadores de Todas las Rusias” (1721-1917). Para estos efectos, terminan siendo prácticamente lo mismo. El poderío que a través de los tiempos se concentraba en la imagen de la familia imperial rusa era tal, que no dejaba lugar a reparo alguno. Basta citar el título completo que recaía en los monarcas rusos para dar fe de este hecho:

“El título de su majestad es como sigue: Por la Gracia de Dios, Emperador y Autócrata de todas las Rusias, de Moscú, Kiev, Vladímir, Nóvgorod, Zar de Kazán, Zar de Astracán, Zar de Polonia, Zar de Siberia, Zar del Quersoneso Táurico, Zar de Georgia, Señor de Pskov, y Gran Duque de Smolensk, Lituania, Volhynia, Podolia, y Finlandia, Príncipe de Estonia, Livonia, Curlandia y Semigalia, Samogitia, Białystok, Carelia, Tver, Yugra, Perm, Vyatka, Bulgaria, y otros territorios; Señor y Gran Duque de Nizhni Nóvgorod, Chernigov; Regente de Riazán, Polotsk, Rostov, Yaroslavl, Belozero, Udoria, Obdoria, Kondia, Vítebsk, Mstislav, y otros territorios del norte; Regente de Iveria, Kartalinia, y las tierras de Kabardina y Armenia; Regente y Señor hereditario de los circasianos y otros; Señor de Turquestán, Heredero de Noruega, Duque de Schleswig-Holstein, Stormarn, Dithmarschen, Oldemburgo, y así sucesivamente y así sucesivamente y así sucesivamente”.

La toma de decisiones no democráticas y poco resueltas caracterizaron a esta época de la historia rusa.

Concentrándonos en el ser de Nicolás II, el último Zar del Imperio Ruso, nos encontramos con un niño que desde temprana edad fue educado bajo los rígidos cánones de la corte rusa y en completo aislamiento de la convulsionada situación interna del Imperio. Aprendió las convicciones autocráticas como herencia de su padre, Alejandro III, y la doctrina del origen divino del poder del Zar. Vivió el asesinato de su abuelo, el Zar Alejandro II. Su familia y él mismo, guardaban un parentesco con la familia real británica. Recibió una cosmopolita visión del escenario internacional, ya que desde muy joven visitó países como India, Japón o Inglaterra.

De personalidad introvertida y de carácter más bien débil, el 1 de Noviembre de 1894, tras el fallecimiento de su padre, con una carente preparación para gobernar una Rusia un poco más que agitada, con inminentes conflictos y con un país-imperio que ocupaba una arista preponderante en el plano internacional, Nicolás asume como el sucesor de su padre. Él, no alcanzó a legar en su hijo la esencia que caracterizaba a los Zares, la inherente autodeterminación y el control centralista, el manejo de las relaciones internacionales y de los asuntos internos. Como el mismo Nicolás decía al momento de ascender al trono: “...no estoy preparado para ser Zar, nunca quise serlo. No sé sobre el arte de gobernar; ni siquiera sém la forma en que debo hablar a los ministros...”

Con una visión crítica y analítica ya más formada a base de acontecimientos fidedignos, podríamos retomar la infancia del último de los Románov.

Al alero de una crianza con una sesgada visión de la realidad para un futuro emperador es como crece Nicolás Románov. Esto es sinónimo de depositar en él una bomba de tiempo con fecha de detonación para 1917. Un gobernante que no conozca su gobierno es a un cantante que carece de voz. La principal herramienta que desplegaban los Zares era la de jugar el papel de “Padres de Rusia”, de todas las Rusias. Nicolás no contaba con aquella herramienta.

La prematura muerte del abuelo de Nicolás II, muerto por una bomba y el próximo descenso de su padre, harían de Rusia, un Imperio en manos de un inexperto Zar.

Esta precipitada, obligada e impuesta labor de Nicolás II no lograría repunte alguno conforme pasaba el tiempo.

Un papel muy importante y decisivo en la historia rusa de comienzos de siglo XX, lo encarnaría el siberiano Grigori Yefímovich Rasputin, el “monje loco” o simplemente Rasputin, como era sabido. Éste se gana la confianza de los Románov, ya que es el único capaz de controlar la hemofilia que asolaba al Zárevich y proyecto de Zar, hijo de Nicolás y Alejandra, Alexey. Con el tiempo, Rasputin se transformaría en el confidente más cercano de la Zarina, por lo que indirectamente también tomaría determinaciones cruciales en la política rusa, que no siempre serían las más asertivas,ya que Rasputin estaba condicionado por una recalcitrante creencia mística y religiosa ortodoxa, por lo que sus opiniones no gozaban de la frialdad que ameritaban.

En primera instancia, tenemos a un Zar a la cabeza del Imperio Ruso, que de niño se aisló de la realidad nacional, algo realmente invalidante para un gobernante. A este Zar se le crió a la antigua usanza, convenciéndole de su origen divino, su irrefutable poder y su verdad absoluta. Desde pequeño visitó distantes países, tan distantes como diversos, claro sí, observando lo mejor de cada escenario. Este Zar, vivió la sorpresiva muerte de su abuelo, el que en su gestión abogó por los derechos de los más débiles, pero que no se verían resabios de esta abogacía hasta el fin de la dinastía Románov. Sumada a la muerte de su abuelo, encontramos la temprana muerte de su padre, quien dejaría el Gran Imperio a los pies de un hombre que no lo quería y que no tenía las competencias para tenerlo, en manos de un niño mal criado para Zar, de carácter débil y de poco manejo político y mediático.

En segunda instancia, tenemos a una Zarina poco querida por el pueblo ruso debido a sus raíces alemanas, que no supo llevar a una Rusia con una población campesina que superaba el umbral del 85%, con serios problemas ecuacionales y con descontento nacional. Como si no fuese suficiente, Alejandra, la Zarina, o “la alemana”, como era peyorativamente llamada, contaba con el asesoro de Rasputin, quien privilegiaba sus místicas intenciones, cuadradas en la lógica ortodoxa y dogmática, por sobre el bien común del pueblo ruso.

Un Zar débil, una Zarina odiada, una monarquía desgastada, un pueblo descontento. Ya no eran los tiempos de Pedro o Catalina la Grande, sino, los tiempos del fin de la larga tradición. Ésta entonces, se transformará en nuestra tesis hegeliana: la última Familia Real Rusa.

Desde Alejandro II y un poco más atrás, el pueblo ruso guardaba más que reparos con la última dinastía.

Casi la totalidad del pueblo ruso la componían campesinos, los que por siglos habían sido oprimidosm por el régimen, tratados con indiferencia y exigua justicia, vistos como un algo que imposibilitaba el avance social del Imperio.

Si una familia se pone en contra de todo un país, ¿Qué se puede esperar?

La entrante Primera Guerra Mundial sólo vino a magnificar el caos ya existente. La ingente demanda de material bélico y de soldados obligó al Zar a disponer de su “pueblo campesino” para sobrellevar la guerra. El “pueblo campesino” que aguardaba en decreciente silencio.

El desprestigio de Nicolás II, el Zar, como patriarca, político y estratega era ya irreversible. Su derrota frente a Japón, su precaria conducción de Estado y el papel delegado a su esposa Alejandra –muy mal desempeñado- hacen que el deterioro de la Casa Real Rusa sea inmenso.

Algo tan básico como el alimento, escaseaba en Rusia a principios del siglo XX, puesto que las fábricas y las granjas se quedaron sin trabajadores, ya que se vieron obligados a juntar sus caminos con los de la guerra.

¿Qué esperamos entonces, de este latente pueblo, que ya no cree en los llamados “Padres de Rusia”, o en la Corona que defiende a la Iglesia Ortodoxa, o tal vez en los que alguna vez fueron los representantes de Dios en la Tierra?

Febrero y Octubre del año 1917 no se hicieron esperar. El alzamiento de liderazgos individuales fue la respuesta obvia que se dio este año. Líderes, que organizarían la Revolución más grande que pueda enmarcarse en torno a la memoria rusa, la misma que no olvidaría borrar la genealogía Románov.

Desde la temida Alemania, llegaron noticias del humanista Marx. La correspondencia hablaba de “socialismo científico”, teoría, “materialismo histórico”, capital, trabajo, y el motor del desarrollo de la sociedad: la justificada “lucha de clases”. Líderes revolucionarios como León Trotsky y Vladimir Lenin, no tardaron en apoderarse de estas ideas y comunicárselas a los “soviets”: agrupaciones populares de campesinos y trabajadores que ellos mismos habían propiciado ¿el resultado?: un pueblo ruso organizado en armonía por si mismo, por el proletariado, con líderes populares que fueron verdaderos representantes de las necesidades y requerimientos de un país entero.

Es así como se suceden revueltas e insurrecciones comunes: peticiones a la fuerza por un cambio.

Llega Febrero y con él la primera revolución: los efectivos más importantes de Petrogrado, la capital, se unieron a ella. La ya existente “Duma”, una especie de Consejo Real que desde 1912 apoyaba al Zar, comienza a competir por el poder de Rusia contra el creado Gobierno Provisional, ya acontecido claro el recordado mes de Octubre, que marca el inicio de la propagación de la idea comunista venida desde el Estado Germano. Con Octubre llegó también el arresto a la Familia Imperial –el fin de nuestra tesis- ya que como el “Monje Loco” lo predijo: si la muerte de él mismo, se hallaba en manos de miembros de la dinastía, la de los Zares se encontraría en la “traición” de su propio pueblo. Y así fue. La Familia Imperial fue muerta tras vivir situaciones de paupérrima vida; la miseria que experimentó el pueblo ruso por siglos tal vez.

El poder estaba en manos bolcheviques, partido que agrupaba a los líderes que en un comienzo nombrábamos como los “emergentes liderazgos individuales”.

Para completar este intrincado proceso de revolución, nuestra “antítesis”, falta uno de los pasos que más puede lamentar un país: ver pelear a sus hijos, a hermanos contra hermanos: una Guerra Civil, la Guerra Civil Rusa de 1918. ¡Se enfrentaron colores! Rojos: comunistas y revolucionarios contra Blancos: contrarrevolucionarios organizados por Altos Mandos del antiguo ejército ruso. Estos recibieron el apoyo económico de potencias extranjeras como Reino Unido, Estados Unidos, Canadá o Francia.

Así, el Pueblo Eslavo, tras una larga latencia acabó con el antiguo régimen para continuar con... ¿uno mejor?, no lo sabemos. Pero sí sabemos que el choque enérgico entre el “Antiguo Régimen” y la “Revolución” da paso a nuestra “síntesis”: La “Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas”, URSS, una confederación constitucional de Estados Socialistas, basados en la ideología comunista creida por Marx.

Las mismas fuerzas promotoras del desarme del sistema monárquico fueron las motivantes de esta hibridación de Estados, unidos por un ideal común. En ésta, se unió la Gran Rusia un total de 15 naciones adyacentes a ella.

Convergemos, por tanto, que Hegel y sus intérpretes encuentran verosimilitud en nuestra forma de mirar la Revolución Rusa.

Parece razonable que una monarquía desgastada y poco querida, planteada como el “ser”, se contraponga y choque con su antimateria, la “nada”, la Revolución Rusa, el cambio profundo que Rusia inspiraba, dando como origen al “ser determinado”, la URSS, un conjunto de países con ideales similares y que por cierto cíclicamente se convierte o hasta transmuta en el nuevo ser, que sin esperar mucho colisionará con la nueva “nada” propuesta y discutible: la entrada del sistema capitalista con un sistema socialista ahora corroído, dando origen al nuevo “ser determinado”, la caída de la URSS durante la navidad de 1991. Suena lógico y casi matemático, tal como Descartes bien sabía y hubiese querido saber.

Una vez en un inmenso país de la lejana Eurasia que casi circunda el globo, una familia feliz vivía reinando y sometiendo a sus súbditos, hasta que el nuevo padre de esta familia feliz, el rey de toda la nación, enfermó gravemente de falta de seguridad. Fue entonces cuando un hechicero malvado irrumpió en la familia feliz, ganándose la confianza de la reina y haciendo de las suyas. El pueblo vio de mala manera este hecho, y un tal Lenin, se aprovechó de esta situación, acrecentando la mala fama del brujo para así poder derrocar a la familia de felices monarcas. Y lo logró; terminó con los años de imperio para proseguir con los llamados “años soviéticos”, hasta que esta vez acabaron con él, un tal Stalin, creo. Y así corrieron los años por Yeltsin y Gorbachov, hasta que éste dio término a los “años soviéticos” de Lenin, comenzando una nueva era, donde el pueblo de esta feliz nación compra y compra sin medida, situando su felicidad en cosas mundanas.

¿Cuántas Rusias habrán?, ¿cuántos imperios y revolucionarios e imperios más? Tal vez Hegel nos pueda responder.


2 comentarios:

  1. Saludos fraternos colega. Muy buena iniciativa lo de los blogs.

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  2. amigo, sabrías decirme de quien es la ilustración? necesito hacer un trabajo sobre su contenido y significado pero no tengo idea... :-(

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