jueves, 25 de junio de 2009

"1984" no es ciencia ficción

Autora: Daniela Mujica Morales
3° Medio (2009)


Introducción: En el siguiente trabajo se aplicaran los conocimientos adquiridos sobre los procesos cognitivos (percepción, memoria, inteligencia y pensamiento, y lenguaje) a la lectura de la novela de George Orwell ‘1984’.

1984 se desarrolla en el estado totalitario de Oceanía, gobernado por un único partido, cuya ideología se denomina INGSOC (socialismo inglés).

Es posible percibir, no muy avanzada la lectura, que los procesos cognitivos son manipulados a favor del partido que gobernaba la región, con el fin de lograr adhesión a su ideología y sumisión en términos generales. Los procesos cognitivos son las herramientas que nos permiten entendernos nosotros mismos, el mundo que nos rodea y cómo nos relacionamos. Por ende es de fácil deducción que manipular esa relación, es más o menos decidir qué pensaran, sentirán y recordarán los demás, o sea es controlar sus vidas.

Cada proceso era manipulado de diferente manera. La percepción por ejemplo, que es el proceso a través del cual ordenamos la información recibida por los sentidos, y nos adaptamos a nuestro medio dependiendo de nuestras características personales, era manipulada a través de propaganda (siempre favorable al partido).
Hay muchos factores que influyen en la percepción; nuestros recuerdos anteriores, expectativas, lo que nos han ‘enseñado a percibir’, etc. Este último se ve más notoriamente en la novela, ya que a través de un constante lavado de cerebro, los habitantes de Oceanía no percibían lo que no debían percibir, y estaban muy dispuestos a percibir lo que era de interés al partido. ‘Los dos minutos de odio’ son un ejemplo de ello. Durante esta exposición de imágenes y sonidos se manipulaban las emociones de las personas, predisponiéndolas al odio y al desprecio. Era una manera de fabricar emociones, las cuales eran luego canalizadas a elección del partido, principalmente a Goldstein (supuesto traidor al partido) y a todo lo que fuese contrario al Gran Hermano, así se manipulaba la percepción de esto, asociándolo con todos los sonidos e imágenes desagradables que se presentaban. De la misma manera se manipulaban las emociones de la audiencia, para adorar al Gran Hermano y al partido, utilizando los mismos recursos (imágenes, sonidos.), pero asociándolo de manera positiva.

La memoria era también manipulada, ya que la historia como tal había dejado de existir, había en efecto documentos históricos, pero estaban ya tan modificados por el partido que eran meras novelas de ciencia ficción, que por lo demás se actualizaban con cada error de predicción, o contradicción del partido. De esto se encargaba Winston, el protagonista de la novela, quien modificaba los documentos para hacerlos coincidir con las predicciones e ideología del partido. De esta manera el partido siempre tuvo, tenía y tendría la razón en todo lo que decía; QUIEN CONTROLA EL PASADO CONTROLA EL FUTURO, Y QUIEN CONTROLA EL PRESENTE CONTROLA EL PASADO.
Estas correcciones se llevaban a cabo en el Miniver (Neolenguaje para ‘Ministerio de la verdad’), y todos los funcionarios del ministerio sabían de las modificaciones que se efectuaban en los documentos, a pesar de que no quedara evidencia de ello, ya que todos los documentos no actualizados eran eliminados, y la orden misma de modificación era arrojada por el ‘agujero de la memoria’ que conducía a los hornos ocultos que se encontraban escondidos en el edificio, eliminando la evidencia. Este era además un claro ejemplo del doblepensar ya que todos sabían que la historia estaba siendo constantemente modificada, pero la sostenían como a los más fehacientes documentos históricos, tal como requería el partido.
Además la policía del pensamiento se encargaba de hacer desaparecer a las personas que cometieran crímenes del pensamiento (pensamientos diferentes, en contra del Gran Hermano o del partido) y era como si nunca hubieran existido, los borraban de la memoria de las personas, y las personas estaban persuadidas de que no debían hacer notar las desapariciones, ya que, en cierto modo, sabían las causas, y las consecuencias de hacerlo notar. La memoria de la gente ya no tenía ningún valor. Sin embargo en la actualidad ocurren hechos similares, incluso sin agujeros de la memoria. Es eso o estamos cayendo en una estupidez exquisita, porque, o los estadounidenses son genocidas, o se les olvido que Bush los mandó a todos a la guerra con Irak casi por capricho, y sin embargo lo reeligieron. Sin ir más lejos ¿Cuántos funcionarios fiscales han sido cuestionados en su desempeño, expuestos a la opinión pública y una vez que pasa el escándalo vuelven todos a la comodidad de sus puestos? El pueblo no tiene memoria, o quizás no estamos ‘cayendo’ en una estupidez exquisita, quizás nunca salimos de ahí.

El lenguaje, herramienta fundamental del pensamiento, estaba siendo reducido a su más mínima expresión, a través de la neolengua, lengua oficial de Oceanía, creada para solucionar las necesidades ideológicas del Ingsoc, o sea imposibilitar otras formas de pensamiento, ya que si no tienes palabras, no puedes articular ideas nuevas, las palabras son la materia prima del pensamiento, y este será tan variado como permita el vocabulario. Al limitar el vocabulario se acaban los matices y las variables, las cosas son lindas o feas, buenas o malas, en mayor o menos medida. Es, además, una característica de la neolengua el mantener las palabras en constante contradicción con sus significados originales, por ejemplo los nombres de los ministerios (el del amor realiza las torturas, el de la verdad miente, el de la abundancia los mantiene a todos sumidos en miseria, etc.), si las palabras no tienen coherencia con sus significados, pierden su valor, a quién le importa cómo se llame si ese nombre no tiene ninguna relación con lo que se habla. Finalmente las conversaciones no serían más intercambios de opinión o discusión, sino meros intercambios de sonido para acabar con el silencio.

¡LA IGNORANCIA ES LA FUERZA!
Todos habremos escuchado alguna vez que la ignorancia hace la felicidad, los tontos son más felices, o algo por el estilo, yo estoy de acuerdo, la gente que no se percata de lo que sucede a su alrededor sufre menos que la que vive conciente de todo lo que pasa, pero eso es porque dentro de ‘todo lo que pasa’ hay muchas cosas que están mal. Por lo tanto la ignorancia hace la felicidad también de los que ‘hacen las cosas mal’, los que abusan, los que infringen las normas. Ya que si los que podemos detenerlos vivimos ignorantes de lo que hacen, o estamos concientes pero preferimos obviarlo por no hacernos problema, pueden seguir haciéndolo impunemente.
Es por eso que en 1984 tanto la inteligencia como el pensamiento están seriamente trastocados, ya que a través de los mecanismos de restricción del partido los pensamientos carecen de coherencia, como se deja ver en el doblepensar, que es la capacidad de mantener dos ideas completamente opuestas simultáneamente (una idea racional, opuesta a la del partido, y una idea irracional o irreal, que concuerda con la del partido) y actuar de acuerdo a las expectativas del partido (ej. Destrucción de historia en el Miniver), o sea, el arte de la inconsecuencia. Además no se da mucho la práctica del pensamiento en sí (facilitado por la Neolengua), así se mantiene a la población ignorante de lo que ocurre, incluso ignorante de cómo el partido controla sus vidas. Otro mecanismo de control del pensamiento es el Paracrimen (facultad de interrumpir casi instintivamente todo pensamiento peligroso que pueda surgir en la mente) de manera que la gente se reprimía por sí misma de tener pensamientos diferentes, principalmente por miedo de la Policía del pensamiento.

A esto se suma que el partido se encargaba de mantener a la población constantemente agotada, de manera que aunque estuvieran aún capacitados para tener sus propios pensamientos, estuvieran demasiado cansados para hacerlo. Que es un poco como lo que pasa hoy en día si tomamos en cuenta que partiendo por los estudiantes, que están entre 8 y 9 horas en el colegio, sin contar actividades extraprogramáticas, más los infaltables trasnoches de fin de semana, y una mínima porción de tiempo en familia, así como los trabajadores, las amas de casa, etc. Al final de cada día nadie llega a su casa a cuestionarse por qué las cosas están como están, por qué a pesar de que todos sabemos que hay irregularidades en la gestión de casi todos los cargos, de mayor y menor incidencia, las cosas no cambian y nadie hace nada, estamos cansados.



‘El problema era mantener en marchas las ruedas de la industria sin aumentar la riqueza real del mundo. Los bienes habían de ser producidos, pero no distribuidos. Y en la práctica, la única manera de lograr esto era la guerra continua.
Mantener a toda costa la jerarquía del poder, imbecilizar a la masa, empobrecerla si es necesario, a través de la guerra. La guerra de ahora es una impostura. Pero aunque es una impostura, no deja de tener sentido. Sirve para consumir el sobrante de bienes y ayuda a conservar la atmósfera mental imprescindible para una sociedad jerarquizada’.

Conclusión: Todos los procesos cognitivos, o sea las formas más básicas de relacionarnos con el mundo, eran manipulados (la memoria, el lenguaje, los pensamientos, etc.). Todo era manipulado por el partido, con el fin de entrenar o, dicho de otra manera, ‘vaciar’ a sus servidores, que preferentemente no llevaran a cabo ninguno de estos procesos, transformándose entonces esta ‘manipulación’ en un intento de destrucción de los procesos cognitivos, ya que vaciando a sus servidores de ideas propias, podrían comenzar a llenarlos de las suyas, sin ser sometidas a mayor análisis, ya que no serían procesadores de ideas, sino meros recipientes de ellas. De alguna manera acabar con la individualización del hombre, deshumanizarlo para convertirlo en una herramienta.

1984 no es una novela de ciencia ficción, son las crónicas de una muerte anunciada.

Daniela Mujica Morales
3° Medio

jueves, 18 de junio de 2009

El sueño del caracol

Si bien no se trata de la obra de un/a estudiante de nuestro Colegio, dejo este cortometraje para quienes deseen verlo. Recomendable.



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martes, 16 de junio de 2009

Hans Jonas, pensador de una tierra inhabitada

Introducción

En su libro El Principio de Responsabilidad, ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Hans Jonas (mayo de 1903 - febrero de 1993) reflexiona acerca de los peligros a los que se ve enfrentada nuestra civilización y que, nos indica, han sido provocados por el propio ser humano en su desmesurado afán de conocimiento y dominación de la naturaleza que lo alberga.

La crisis en la que estamos sumergidos es profunda. Sin embargo, no está todo perdido y las posibilidades de revertir tan adverso panorama son aún latentes. Y no sólo a reflexionar sobre esas opciones es la propuesta de Jonas, también nos invita a llevarlas al terreno de la praxis: en ese momento es que su discurso se vuelve ético. Remitir a los pensadores clásico de esta rama de la filosofía podría ofrecer gran ayuda, sin embargo Hans Jonas descubre que su tarea encierra la gran dificultad de transitar a través de sendas que jamás nadie recorrió con anterioridad, siquiera para delinearlas. De ahí el juego de palabras que encabeza este ensayo. Porque, si bien desde las primeras páginas de El Principio de Responsabilidad se nos ofrece una figura apocalíptica de nuestro futuro -una tierra deshabitada- también hay un horizonte desolado –una tierra de nadie- en las teorías que podrían darnos alguna directriz en la resolución de la problemática. Jonas transita por ambos desiertos.

Con todo, logra acercarse a ese propósito. Ofrece al culpable del daño una opción para enmendarlo. Cómo llega a plantear esa alternativa, es el intento de estas páginas. Así, en una primera sección esbozamos el contexto histórico del cual surgiría la filosofía de Jonas, contexto que, además, se ha vuelto una importante fase de la historia de la filosofía del siglo XX. Una segunda sección se aproxima a las condiciones teóricas que habrían facilitado el proceso de crisis al que ha sido llevado el planeta. En una tercera parte hemos abordado las características que han marcado la ética anterior a Jonas y que, como hemos dicho, queda obsoleta ante las presencia de las nuevas contingencias. Finalmente, en una cuarta sección, mostramos un acercamiento a la alternativa planteada por Hans Jonas, particularmente refiriendo a su principio de responsabilidad.


Procedencia del pensamiento de Hans Jonas

Durante la segunda mitad del siglo XX, el pensamiento filosófico experimentó un vuelco. El foco de su atención se dirigió en cierta dirección, apuntando en especial a solo una de las disciplinas que la conforman, transformando a aquella en el terreno privilegiado de la praxis filosófica de esos años. Con este vuelco, además, se comenzaría a cerrar un cierto ciclo de disgregación del ámbito filosófico iniciado un siglo antes, durante la segunda mitad del siglo XIX. Es a lo que Franca D’Agostini[1] y Franco Volpi[2] aluden cuando hablan, cada uno por su parte, del giro ético del pensamiento contemporáneo y de la rehabilitación de la filosofía práctica, respectivamente. Se trataría de un transitar del pensamiento filosófico que va del relativismo valórico y la muerte de dios, a una siguiente fase caracterizada por un fuerte compromiso ético, y cuyo punto de partida puede situarse en 1958 cuando Hannah Arendt publica en Estados Unidos su libro La Vita Activa, y, ese mismo año, Hans-Georg Gadamer publica Verdad y Método. Ahí, Hannah Arendt apunta en dirección de la determinación aristotélica de la praxis para comprender el fenómeno de lo político. Gadamer, por su parte, y en el capítulo titulado la actualidad hermenéutica de Aristóteles[3], reactualiza la ética de aristotélica rescatando de ella el saber que orienta el actuar y la vida del hombre, la frónesis o prudencia. Estos dos textos no son más que los ejemplos más significativos de un fenómeno que es mucho más amplio.

El redescubrimiento de la filosofía práctica generó una serie de discusiones que prontamente fueron dejando de lado los modelos anteriores para dar paso una filosofía de aquel tipo, pero con posiciones y perspectivas de orden más contemporáneo. En conjunto, la discusión abarcó una diversidad de visiones filosóficas que prontamente fue designada unitariamente como neo-aristotelismo.

El fenómeno de la rehabilitación de la ética tiene diversas justificaciones, algunas de las cuales pueden explicarse en los siguientes, aunque breves, puntos:

En primer lugar, la filosofía venía mostrando un ejercicio tendiente a las generalizaciones teóricas que relegaba el interés por la singularidad y el individuo a un segundo plano.

En segundo lugar, la filosofía comenzó a erigirse como un importante interlocutor dentro de las discusiones en torno a la técnica, señalando los peligros que su desarrollo podía acarrear.

Por otra parte, la filosofía se vio interpelada a responder, aunque sea problemáticamente, a las exigencias de la eticidad en sus versiones aplicadas en las diversas prácticas sociales, por ejemplo, en las éticas profesionales, la bioética, etc.

Finalmente, se introdujo la necesidad de abordar nuevamente el papel de la reflexión ético-práctica para proponer nuevos formas de relación entre el pensar y actuar.

La filosofía de Hans Jonas, principalmente aquella referente al principio de responsabilidad, puede ser circunscrita entonces a esta retoma de la ética por parte de la filosofía del siglo XX, particularmente si ponemos atención a la segunda de estas justificaciones. Esta es la razón por la cual su obra también es denominada como hermenéutica ecológica.

La formación filosófica de Hans Jonas, bajo el alero de Heidegger y Bultmann, lo condujo inicialmente hacia otra de las ramas de la filosofía –la filosofía de la religión- mediante la cual se dedicó a buscar la condición específica del hombre gnóstico, develando que la comprensión de las antiguas teorías vendría dada por la toma de consciencia del ser-arrojados o, en otras palabras, del ser conscientes de estar viviendo en un mundo ante el cual el hombre se siente extraño.

Tras este período, y luego de percibir la afinidad estructural existente entre el pensamiento gnóstico y el existencialista, Jonas invierte su perspectiva de dar lectura existencialista del gnosticismo, para dar paso a una lectura gnóstica del existencialismo. “Jonas consigue también revisar el fundamento metafísico del nihilismo antiguo y moderno en el dualismo, es decir, en la separación entre hombre y mundo, naturaleza y espíritu. Se abre de esta manera una segunda fase de su especulación en cuyo centro se encuentra la problemática de la naturaleza”[4].

Esta segunda fase se constituye en el tránsito de la interrogación inicial sobre la naturaleza del ser, hacia la pregunta acerca del ser de la naturaleza. El problema planteado por la elección también aparece desde el inicio de aquellas interrogantes y, por ende, los problemas de la ética tienen marcada presencia en su ejercicio filosófico.


Presentación de la Problemática: la magnitud del éxito del programa baconiano

El proceso se ha iniciado en una fase en que el hombre aparece como morador de una tierra de infinita paciencia y abundancia, que por más que la hostigara permanecía siempre intacta y en permanente equilibrio, como un Todo invulnerable. Asimismo, las intervenciones de aquel hombre sobre la tierra tomaba la forma de deterioros superficiales, prontamente absorbibles por aquel sistema de inexplorado funcionamiento. El proceso supera su fase inicial cuando el hombre, en su afán de conocer y dominar ese mundo en ocasiones hostil, realiza una de las obras humanas más importantes de toda su historia: crear su propio espacio, su propio enclave, su propio mundo. Aquel mundo social (28), esto es, la ciudad, constituye el único dominio en el que el hombre se transforma en su exclusivo encargado.

Francis Bacon nunca habría imaginado las dimensiones que alcanzarían las consecuencias de instaurar algunas de sus teorías, en especial aquellas que preveían la utilidad que podía prestar al hombre –como sujeto colectivo- los avances del conocimiento técnico y científico en el dominio de la naturaleza.

Si el principio de “poner el saber al servicio del dominio de la naturaleza y hacer del dominio de la naturaleza algo útil para el mejoramiento de la suerte del hombre”[5] ha causado efectos que han llegado a ser desmesurados, ha sido por la prescindencia de cierta racionalidad y justicia que indiscutiblemente debieron haber acompañado desde su inicio la instauración de aquellas ideas. O por lo menos eso es lo que sostiene Hans Jonas cuando atribuye no al programa propiamente tal, sino a la magnitud de su éxito, el riesgo de catástrofe al que se está exponiendo el planeta y, con él, poniéndose en juego la suerte del hombre. Aquel es el presupuesto que se encuentra tras el esfuerzo teórico de Jonas en El Principio de Responsabilidad, el de la existencia de una situación apocalíptica que, como sea, refiere siempre a nosotros mismos: ya sea porque hemos tenido participación en la posibilidad de sus causas, porque nos encontramos viviendo en ella o porque somos nosotros quienes aún podemos revertirla.

El proyecto baconiano, aquel sintetizable en su célebre aforismo knowledge is power, no sólo habría alcanzado un amplio rango de aceptación y aprehensión, sino aún más, habría logrado un éxito de tal magnitud que, contradictoriamente, sus consecuencias podrían estar poniendo en riesgo la subsistencia del hombre en el planeta o, a lo menos, alterando profundamente la manera en que hasta hoy ha vivido ahí. Nos referimos a un proyecto que ha sido realizado en las sociedades capitalistas, en las sociedades occidentales industrializadas de economía libre, cuyo éxito se ha manifestado principalmente en dos ámbitos. Tipos distintos de éxito, pero estrechamente vinculados: económico y biológico, el primero, consistente en una disminución del trabajo humano versus un aumento en la producción de bienes y, el segundo, consistente en un incremento numérico de la población mundial que vive bajo el régimen de la civilización técnica. Ambos tipos de éxito, hoy confluidos, han llevado al planeta a una situación de crisis. Debido a que la población sigue en aumento, se hace necesaria la constante y progresiva extracción de recursos naturales que, de no fijarle cotos, nos conduce a una catástrofe ecológica que además compromete la continuidad de nuestra especie[6].

La problemática estaría generada por una contradicción interna entrañada en el mismo programa baconiano. Efectivamente, la paradoja del poder obtenido por el hombre a través del saber es traducible, por una parte, en el dominio y aprovechamiento de la naturaleza, pero, por otra, en un completo sometimiento a sí mismo: una cierta autonomía del poder que ha transformado sus sueños en pesadillas. Aquel poder que inicialmente apuntaba a aquella figura inalterable e inagotable de la tierra, del mar y del aire, devino en un poder de segundo grado con características de descontrol para el ser humano, y de autonomía para el propio poder. A todas luces una alienación del poder, un epifenómeno que de ningún modo libera al hombre sino, muy por el contrario, lo subyuga.

El desmesurado desarrollo del poder del hombre, aunado a la latente posibilidad del mal uso de la técnica, entrañaría de esta manera una mutación en el propio carácter de la acción humana. Competente a esta última es la ética y, por extensión, Jonas sostendrá que la aparición de estas nuevas posibilidades de acción humana ofrece también una nueva dimensión que las teorías éticas anteriores no lograrán alcanzar.


Características de la ética anterior a Hans Jonas

La relación entre el hombre y la naturaleza, por años, habría sido una de dominación y dependencia: el hombre se veía sometido a los ciclos, fuerzas y amenazas que la naturaleza le imponía, pero, a la vez, seguía habitando en ella como residente extraño, recibiendo cuanto ella pudiera ofrecerle antes de ser azotado por otro de sus hostigamientos. Esta relación, entonces, y tras los avances del saber técnico, habría manifestado una inversión: es el hombre quien ahora se ha transformado en un peligro para la naturaleza, mucho mayor al que ella constituyó para él en un inicio. Cuando más arriba referíamos a la invención humana de la ciudad, sostuvimos que ahí el hombre podía encontrar refugio a la amenaza de la naturaleza que, de todos modos, lo seguía rodeando. Esta situación también se ha invertido: hoy es la naturaleza la que se conserva en santuarios, parques y demás espacios cercados, siempre rodeados de civilización y tecnología amenazante.

El orden totalmente nuevo que se ha agregado a la naturaleza de la acción humana es nada menos que la entera biosfera del planeta. Todo el conocimiento acumulado hasta ahora acerca de la orientación del actuar humano mostraría un desajuste respecto a estas nuevas modalidades introducidas, particularmente aquellas relacionadas al poder alcanzado por el hombre, “la tierra virgen de la praxis colectiva en que la alta tecnología nos ha introducido es todavía, para la teoría ética, tierra de nadie”[7].

Ningún aspecto de toda aquella ética anterior habría tenido en consideración las condiciones globales de la vida humana ni el futuro o permanencia de la misma especie en las condiciones acostumbradas. Tanto la ética como la metafísica habidas hasta ahora tampoco estarían en condiciones de proporcionar directrices ya elaboradas para abordar las problemáticas presentadas por el avance del saber técnico.

Antes de verse modificada, la naturaleza de la acción humana era la que en concordancia determinaba las características de las teorías éticas, las cuales se volvieron modelos obsoletos toda vez que fueron apareciendo nuevas contingencias que evidenciaban una brecha que alguien debería acortar. Pero ¿cuáles eran las características más significativas de aquella acción humana?

El actuar del ser humano mostraba una neutralidad ética respecto al trato con el mundo extrahumano, todo aquel mundo dominado por la techné. La dualidad entre sujeto y objeto involucrada en la acción humana era neutra toda vez que el objeto –la naturaleza- sobre el que recaía la acción mostraba un escaso desgaste que, difícilmente, planteaba la posibilidad de un daño permanente. En otras palabras, el ámbito de la acción humana tocante a los objetos no humanos constituía un factor irrelevante en el campo de la ética. Esta característica nos abre el paso hacia segunda.

La ética tradicional poseía el rasgo distintivo de ser antropocéntrica, esto es, de ver un campo de interés sólo en la relación entre el hombre consigo mismo y en la relación entre el hombre y los demás hombres.

La concepción tradicional que se tenía del hombre era la de una entidad inmutable, invariable, de esencia insospechadamente vulnerable de ser transformada por alguna técnica.

La reflexión ética que encerraba la realización de un acto poseía también la característica de ser temporalmente próxima a la misma. Asimismo, los alcances que pudiese llegar a tener esa acción eran reflexionados en virtud de una inmediatez, mas no de una lejanía. El fin de la acción era de corto alcance y, por lo tanto, tenía un carácter temporal y espacial de proximidad. A la ética le incumbía el aquí y ahora, dejando el alcance de las acciones humanas de largo plazo a merced de la suerte o de la casualidad.

La característica anteriormente señalada tiene validez para todos los mandamientos, principios e imperativos que la ética anterior ha construido. En todos ellos el otro -ya sea aquel afectado por mi acción, como aquel al que estoy subordinado- tiene una participación directa en el trato conmigo y en el presente que ambos compartimos.

La ética tradicional, entonces, tenía el rasgo general de poner su atención en el acto mismo y en la cercanía del otro involucrado. El problema se genera con la inclusión de la tecnología, donde la ética se verá trastocada por acciones de alcances y magnitud jamás abordados con anterioridad: efectos remotos, irreversibilidad, etc. En vista de la inexistencia de una ética que tenga presente estas consideraciones, Jonas pone en el centro de la discusión el concepto de responsabilidad, de responder por lo que se ha hecho, a través del cual elaborará su propuesta de una ética para civilización tecnológica.


Un acercamiento a la propuesta de Hans Jonas

El Principio de Responsabilidad constituye el último desarrollo del pensamiento de Jonas. Como hemos intentado mostrar, se trata de una ética vinculada a la vida humana desarrollada en la civilización tecnológica y que tiene estrecha relación con el compromiso hacia las futuras generaciones y con las problemáticas planteadas por el uso y abuso del medio ambiente. Por tanto, la exigencia que se presenta es la de elaborar una reflexión ética con miras al hombre tecnológico, una ética de la previsión y de la responsabilidad con características tan novedosas como las contingencias con las que tendrá que entrar en relación.

La ética propuesta, arranca de la constatación del hombre como único animal que posee responsabilidad. Ésta proviene directamente de la libertad que el hombre goza y mediante la cual puede escoger consciente y deliberadamente entre las diversas alternativas de su actuar[8]. La responsabilidad, de este modo, es comprendida, en palabras de Jonas, como la carga de la libertad. Si bien el tema de la responsabilidad ya ha sido parte de la obra y pensamiento de autores anteriores y contemporáneos a Jonas -Apel[9] por ejemplo-, es en la sociedad tecnológica donde el estudio de ésta se vuelve apremiante con el anhelo de dar instrucciones al necesario control que debe ponerse sobre el poder desmesurado que el hombre ha adquirido.

El primer escollo que esta ética deberá superar es el carácter orientado al presente, la concepción temporal del aquí y ahora, acostumbrada por la reflexión ética anterior. Si bien Jonas piensa en tres ejemplos[10] que manifestarían ciertas éticas anteriores orientadas al futuro ya existentes, prontamente demostrará que se tratan de teorías instrumentalistas de la acción o, lisa y llanamente, carentes de conexiones causales imprescindibles en el pensamiento ético. Lo requerido es una ética orientada al futuro (no restringida a espacios parciales y tiempos limitados), de orden planetario y que pueda extender su mirada al entorno y mundo futuros. Una ética cuyo primer deber es anticipar la representación de un mal que, si bien no ha sido experimentado, debe ser introducido adrede.

Después de llegar a pensar de esta manera, después de llegar a representar un destino trágico dando una prevalencia a malos pronósticos sobre los buenos, debemos facilitar las condiciones para que esa representación deje su influjo en nosotros, debemos dejar que nos asalte un temor de carácter espiritual que nos haga sensibilizar ante la felicidad o desgracia de las generaciones futuras. El segundo deber de la ética exigida por el nuevo tipo de acción, entonces, es esta actitud de dejarse afectar, o lo que Jonas denominará como la heurística del temor.

Respecto al anterior punto es que puede ser introducido el elemento deontológico de la ética de Jonas, la enunciación del imperativo adecuado para el nuevo tipo de acciones humanas: obra de tal modo que los efectos de tu acción sean compatible con la permanencia de una vida humana auténtica en la Tierra[11]. Un imperativo de este tipo, para Jonas, posee la característica inherente de la inviolabilidad. Pues sí, porque si una refutación contra él, por ejemplo, aquella que toma la forma de demostración racional por un deseo de vida rápida y trágica, es insostenible en el momento que anhela exactamente lo mismo para el resto de la humanidad. “El principio de la responsabilidad afirma que podemos libremente decidir la rápida consumación o el fin de nuestra vida, pero no el fin de la humanidad: ¿cómo justificamos racionalmente la necesidad de ese principio?”[12].

Por otra parte, el imperativo posee otro par de características que lo vuelven único frente a los anteriores. Así, por ejemplo, éste no apela a la concordancia entre el agente y su acto, sino más bien a la concordancia existente entre los efectos últimos del acto y la continuidad de la actividad del hombre en el futuro. Respecto a la universalización del imperativo, Jonas sostiene que ésta en ningún caso es hipotética ni dejada al azar. La vieja transferencia del individuo a la totalidad imaginaria o, como Jonas didácticamente lo dirá, el viejo si todos obraran así, en el orden del nuevo imperativo queda superada. Las acciones realizadas bajo el imperativo por él propuesto “tienen su referencia universal en la medida real de su eficacia; se ‘totalizan’ a sí mismas en el progreso de su impulso y no pueden sino desembocar en la configuración del estado universal de las cosas”[13].

Desde los primeros planteamientos de la ética propuesta por Jonas, existen vínculos -incluso aportados por él mismo- que la atan a la filosofía de Kant. En particular, la relación se encuentra dada por los imperativos categóricos propuestos por ambos, en cuanto a sus similitudes o diferencias. Sin embargo, y como lo plantea Franca D’Agostini, la ética de Jonas presenta una vinculación con otro importante pensador, esta vez contemporáneo suyo y, particularmente, de quién recibió sus primeras lecciones filosóficas. La filosofía de Jonas -particularmente su ética-, así, podría ser presentada como una clara derivación de ciertos rasgos característicos de la ontología de Heidegger. Es reconocible una historicidad o epocalidad, característica que resalta en los presupuestos de la obra de Jonas toda vez que en su ética las prioridades son decididas en las eventualidades que afectan al hombre de la civilización tecnológica. La proyección de la presencia actual a la dimensión del futuro puede ser interpretada como una extensión del punto de vista ontológico, rasgo que se repite con la proyección de la individualidad antropológica a la totalidad de la naturaleza. Finalmente, el ser aparece como condición o posibilidad preliminar, un tipo de ser donde debe ser dirigida la cura de los humanos.

▬ Bibliografía ▬

  • Jonas, Hans, El Principio de Responsabilidad, ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Ed. Herder, Barcelona, 1995.
  • D’Agostini, Franca, Analíticos y Continentales, guía de la filosofía de los últimos treinta años, Ed. Cátedra, Madrid, 2000.
  • Aristóteles, Ética Nicomáquea, Ed. Gredos, Barcelona, 2008.
  • Heidegger, La pregunta por la técnica, en Ciencia y Técnica, Ed. Universitaria, Santiago, 1984.
  • Hannah Arendt, La Condición Humana, Ed. Paidós, Barcelona, 1993.
  • Gadamer, Hans-Georg, La actualidad hermenéutica de Aristóteles, en Verdad y Método: fundamentos de una hermenéutica filosófica, vol. I, Ed. Sígueme, Salamanca, 2000, págs. 383-395.
  • Volpi, Franco, Rehabilitación de la filosofía práctica y neo-aristotelismo, en Anuario Filosófico (ISSN 0066-5215), Vol. 32, Nº 63, 1999, págs. 315-344.
  • Schiavetti, Mauricio, Hans Jonas: la relación ser y deber, en Philosophica, ISSN 0716-1913, Nº. 27, 2004, págs. 267-288.

Desde Internet

  • Anders, Günther, Lo anticuado del hombre, Sobre el alma en la era de la segunda Revolución Industrial [en línea], en Revista Artefacto, , [consulta: noviembre de 2008].
  • Anders, Günther, Tesis para la era atómica [en línea], en Revista Artefacto, , [consulta: noviembre de 2008].
Rosales, Amán, Naturaleza orgánica y responsabilidad ética: Hans Jonas y sus críticos [en línea], <http://www.scielo.br/pdf/trans/v27n2/v27n2a06.pdf>, [consulta: noviembre de 2008]


[1] D’Agostini, Franca, Analíticos y Continentales, guía de la filosofía de los últimos treinta años, Ed. Cátedra, Madrid, 2000, p. 218.

[2] Volpi, Franco, Rehabilitación de la filosofía práctica y neo-aristotelismo, en Anuario Filosófico (ISSN 0066-5215), Vol. 32, Nº 63, 1999, p. 315.

[3] Gadamer, Hans-Georg, Verdad y Método: fundamentos de una hermenéutica filosófica, Vol. I, Ed. Sígueme, Salamanca, 2000, p. 383.

[4] D’Agostini, Franca, opus cit., p.380.

[5] Jonas, Hans, El Principio de Responsabilidad, ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Ed. Herder, Barcelona, 1995, p. 233.

[6] A este respecto, queda la sospecha de que un virtual esfuerzo eugenésico que intentara controlar el aumento poblacional, y así equilibrar los niveles de la crisis, vendría dado por los mismos organismos representantes del primer tipo de éxito. La crisis, de este modo, en ningún caso experimentaría una disminución nivelada de su avanzado paso, sino, muy por el contrario, inclinaría drásticamente la balanza aumentando el éxito económico, esta vez, a costa del esfuerzo menos número de personas. El trágico desenlace, tal vez, tardaría mucho menos en manifestarse.

[7] Jonas, Hans, opus cit., p. 15.

[8] En relación a las características del actuar libre en la filosofía de la mente, cfr. Tugendhat, Ernst, Liberalismo, libertad y el asunto de los derechos humanos económicos, en Ser, Verdad, Acción, Ed. Gedisa, Barcelona, 1998, p. 242.

[9] En 1990, Vittorio Hösle (nacido en 1960), retoma las tesis referentes a la responsabilidad de Jonas y Apel y elabora un reconocido ensayo titulado Filosofía de la crisis ecológica.

[10] Las conductas de la vida terrenal orientadas a la salvación del alma en el más allá, el cuidado de los gobernantes por el bien común futuro, la política utópica marxista que busca determinada meta.

[11] Jonas, Hans, opus cit., p. 40.

[12] D’Agostini, Franca, opus cit., p. 382.

[13] Jonas, Hans, opus cit., p. 41.



lunes, 15 de junio de 2009

Espectáculo, mercancía y seducción; el predominio del objeto sobre el sujeto en Debord y Baudrillard


Resumen
La primera fase de la relación entre sujeto y objeto, se caracterizó por la condición de un hombre dominado y sometido a los dictámenes del mundo natural que lo albergaba. En una fase ulterior, guiado por su propia razón, el hombre busca el modo de posicionarse sobre la naturaleza, anhelo que desemboca en fenómenos históricos que traen como consecuencia la aparición en abundancia de objetos artificiales. Los nuevos objetos, las mercancías, marcarán un giro en la antigua forma en que el sujeto se relacionaba con las cosas. Se les reconocerá un poder autónomo y transformador que, en alianza con otra importante creación humana –los medios de comunicación-, verá multiplicado cierto poder seductor que también les ha sido atribuido.

Abstract
The first phase of the relation between subject and object, was characterized by the condition of a man dominated and submitted to the rulings of the natural world that housed him. In a subsequent phase, guided by his own reason, the man looks for the way to position himself over the nature, a wish that ends in historical phenomena that bring, as a result, the appearance of artificial objects in abundance. The new objects, the commodities, will mark a draft in the ancient form in which the subject was related to things. It will be recognized that they have an autonomous and transforming power that, in alliance with another important human creation -the mass media- will see multiplied a certain seductive power that has also been attributed to them.

Palabras clave
Sujeto, objeto, mercancía, seducción, espectáculo

Keywords
Subject, object, merchandise, seduction, spectacle


Que el ser humano conviva y se relacione inevitablemente con un mundo exterior cargado de cosas, pareciera ser asunto trivial. Los objetos naturales y los creados por el hombre desde siempre se han mostrado ante el sujeto como un otro que le afecta, sea solidarizando con sus propósitos o interfiriendo en la consecución de los mismos. Con sólo este antecedente, el asunto ya no parece ser muy ligero. A través de la historia, múltiples reflexiones han sido realizadas en torno a este asunto: las relaciones que han vinculado a los hombres con las cosas. Un rasgo distintivo de esas reflexiones ha sido su inclinación a interesarse principalmente sobre una de las partes –la del sujeto- relegando a la otra a una cierta miseria. Las disciplinas que han hecho suyas estas reflexiones muestran también un estrecho vínculo con la filosofía, y es que la relación entre sujeto y objeto toma la forma de aquellas preguntas abiertas que difícilmente pueden ser resueltas en una respuesta única y definitiva, característica esencial del ejercicio filosófico cuyo propósito se vuelve, por ocasiones, en poner en discusión los términos –y tal vez replantearlos- en que ha sido esbozado un problema. Así es como la filosofía (con el afán de dar cuenta de un modo verdadero acerca de lo que acaece en el mundo) y esta problemática (sujeto que convive con un mundo captado por sus sentidos) encontraron un punto de encuentro desde el momento en que la Filosofía Occidental mostraba sus primeras manifestaciones.

Tal vez con el contraste entre la filosofía de Heráclito y la de Parménides pueda darse por inaugurada esta problemática. Porque, al dedicarse a la reflexión sobre el perpetuo cambio o devenir, Heráclito erigía uno de las primeras posiciones acerca de la naturaleza de las cosas y del ser, posición que se confrontaría a la que luego sostendrá Parménides en cuanto a la naturaleza única, inmóvil, eterna, homogénea y continua de los mismos. Con ellos, alrededor del siglo V a.C., se arriba a una primera reflexión dicotómica acerca de la relación entre el sujeto y las cosas: un mundo sensible y un mundo comprensible, una bifurcación entre el parecer y el ser. Elementos fundacionales de un modo de pensar que se verá sacudido con la llegada de cierto fenómeno histórico que sobrepobló el mundo de objetos artificiales y que estarían afectando de un modo distinto la convivencia que mantiene el sujeto con el mundo percibido. Se atan así, y de ahí hasta hoy, elementos complejos que pueden ser reducidos a la figura dual de sujeto-objeto y que han tenido, podremos llegar a decir, manifestaciones transformacionales para el primero.

De objetos naturales a mercancías.

Puede decirse que una primera fase de la relación sujeto-objeto estaba caracterizada por un orden natural. El mundo con el que el hombre debía entrar en contacto tenía la característica de poseer un orden surgido por sí mismo que, a la vez, se le presentaba velado y hostil: los astros, las montañas, los mares, etc. Aquella relación tomaba la forma de dominación y dependencia para el hombre, pero, percibiendo también que aquel sometimiento se hallaba fundado en la ignorancia de las leyes que gobernaban la naturaleza que lo albergaba y oprimía, se habría visto motivado por su asombro a emprender la búsqueda -valiéndose de su propia razón- del modo de conocerla y así posicionarse por sobre ella. En el desarrollo del pensamiento humano surgieron ideas que jugaron a favor de este anhelo, ideas como la de Francis Bacon1 que, al ser puestas en práctica, inevitablemente condujeron el actuar colectivo del hombre a uno de los fenómenos que ha repercutido con mayor fuerza en su historia, sea en los ámbitos social, económico, cultural, tecnológico, etc. Como efecto de este fenómeno, el de la Revolución Industrial, el mundo se vio invadido por nuevos objetos, ahora artificiales, y que en su aparición debieron convivir junto a él y al viejo mundo natural, provocando alteraciones que también afectaron el modo en que el hombre acostumbraba relacionarse con lo demás.

El carácter de los nuevos objetos es el de haber sido creados por el propio hombre bajo el modo de producción capitalista y que, aparte del valor de uso, han sido dotados de un valor de cambio: productos de trabajos privados ejercidos independientemente los unos de los otros y que, por lo tanto, pueden ser entendidos ya no como meros objetos naturales, sino en tanto mercancías2.

Mientras el fenómeno histórico de la Revolución Industrial se encontraba en pleno desarrollo y particularmente el del capitalismo en sus albores, Carlos Marx pudo desentrañar el núcleo de este modo de producción no sólo al develar la estructura de las relaciones económicas que le subyace, sino además dando cuenta del contenido modificador que allí se encerraba. Claro ejemplo de esto es el apartado de El Capital titulado El carácter fetichista de la mercancía y su secreto donde Marx sostiene que los objetos analizados desde el punto de vista de su valor de uso, esto es, desde su capacidad para satisfacer alguna necesidad humana, no encierran ningún misterio. El carácter místico de la mercancía, sus sutilezas metafísicas, sus resabios o las cualidades que puedan serles atribuidas para que provoquen algún influjo sobre los sujetos, por el contrario, se devela como resultado de haber introducido la forma del valor de cambio. Entre éste y la naturaleza física de los objetos es atribuida cierta falsa concordancia. Falsa, porque, como apunta Marx, todavía no hay químico que haya descubierto en la perla o el diamante el valor de cambio. Señalará además que para hallar una analogía pertinente que explique este fenómeno debe buscarse amparo en las neblinosas comarcas del mundo religioso, donde “los productos de la mente humana parecen figuras autónomas, dotadas de vida propia, en relación unas con otras y con los hombres. Otro tanto ocurre en el mundo de las mercancías con los productos de la mano humana”3: una relación entre personas a través de cosas, y una relación entre cosas a través de personas o, más claramente, una relación social mediatizada por cosas. Descubrimiento a considerar, ya que aquella será una de las principales características de la nueva forma que adopte la relación entre el hombre y las cosas.

Con estas reflexiones, develando cierta autonomía atribuible a las mercancías cuando les es dado un valor de cambio, Marx habrá iniciado una corriente de pensamiento atenta a las cualidades y condiciones que hacen entrar a las mercancías en una relación fantasmal con quienes las han creado. Sin embargo, los pasajes de su obra que aluden a estos fenómenos fueron interpretados por algunos sectores como un resabio de la tradición filosófica de la que Marx procedía, como si se tratara de un apéndice inexplicablemente introducido al inicio de los estudios sobre economía pura tratados en El Capital. Así, la teoría del fetichismo de la mercancía se vio sumergida en un período de trivialización y olvido4, condición de la que fue rescatada sólo a mediados del siglo XX. Fue particularmente en Francia donde este testimonio se recogió para ser utilizado como herramienta de análisis de los cambios socio-económicos que aquella sociedad venía manifestando5. Con ese afán, además, se consiguió una rehabilitación del pensamiento de Marx que ejemplificaremos particularmente a través de las ideas planteadas por dos autores: Guy Debord y Jean Baudrillard.

Guy Debord construyó gran parte de su teoría de la sociedad del espectáculo, fundamentalmente, sobre dos pilares tomados directamente desde la obra de Marx: el concepto de alienación y el de fetichismo de la mercancía. Para Debord, el mundo que el espectáculo6 hace ver, esto es, lo que nuestro actual mundo nos muestra, es el mundo de la mercancía dominando todo lo que es vivido, como una potencia que viene a ocupar realmente la vida social. Antes que la economía política lograra cierto éxito en la producción de mercancías, veía en el proletario sólo al obrero a quien debía facilitarle las condiciones que permitieran la conservación de su fuerza de trabajo, de su sobrevivencia. Con el arribo de aquel éxito, con la invasión en abundancia de mercancías, debió pedirse al obrero cierta colaboración adicional. Entonces se le es tratado ya no como obrero, sino “aparentemente como una persona importante, con solícita cortesía, bajo el disfraz de consumidor. Entonces el humanismo de la mercancía tiene en cuenta ‘el ocio y la humanidad’ del trabajador, simplemente porque ahora la economía política puede y debe dominar esas esferas”7. Bajo estas circunstancias, y como lo muestra Debord, las condiciones de subsistencia para el consumidor se ven ilusoriamente aumentadas, desapareciendo en su forma básica del comer y habitar. Pero ¿por qué ilusoria? porque habría una “aceptación de la ilusión en el consumo de las mercancías modernas en general. El consumidor real se convierte en consumidor de ilusiones. La mercancía es esta ilusión efectivamente real”8.

Por su parte, Jean Baudrillard, y bajo el alero de Henri Lefebvre9 –quien dirigiera su tesis doctoral-, también contrapuso la teoría de Marx con aquello que le mostraba la vida cotidiana francesa. A partir de ese cotejo surgió una de sus primeras obras, donde intentó dar explicación al surgimiento del consumo masivo y sus efectos, sosteniendo que la base del orden social ya no era la producción sino el consumo, demostrando con esto cierta desactualización de las teorías marxistas. Será en la obra de Baudrillard, empero, donde tal vez podrá hallarse de la manera más explícita la nueva forma adoptada en la relación sujeto-objeto. Reivindicando novedosamente cierto poder propio y soberano del objeto, introduciendo el pensamiento de la seducción, constituirá algo así como un nuevo giro copernicano referente al objeto. La provocación e inversión que comete Baudrillard surge de la tentativa de demostrar, entonces, cierta seducción que ejerce el objeto sobre el sujeto, mas no del deseo de éste hacia aquél al que la teoría nos tenía acostumbrados: “ya no es el sujeto el que desea, es el objeto quien seduce”10.

Serán las mismas palabras que utilizará el argentino Nestor Kohan para dar cuenta del fenómeno más arriba descrito. En su libro Marx en su (tercer) Mundo, nos habla de “una seducción excitante, caliente, lasciva. Una magia cautivante y encantadora. Las mercancías seducen al sujeto contemporáneo, lo acarician, lo envuelven y enamoran mostrándole un orden perfumado y rutilante, aparentemente autónomo y autosuficiente”11.

Alejándonos ahora de las ideas de Marx y de la sociedad francesa de los ‘60, pero acercándonos a los datos ofrecidos por la periodista Naomi Klein, veamos cómo puede ser comprendida nuestra relación actual con las mercancías, particularmente cuando subyace un interés económico en potencializar su capacidad seductiva. En su libro No Logo, el poder de las marcas sostiene que, desde los inicios de la década de los ‘90, se ha creado una línea divisoria entre dos tipos de empresas: las que se dedican a vender sus productos y las que se dedican a construir marcas. Cierto triunfo pertenecería a las que han llegado a la siguiente conclusión: “los productos que tendrán éxito en el futuro no serán los que se presentan como ‘artículos de consumo’, sino como conceptos: la marca como experiencia, como estilo de vida”12. La gran empresa, luego, no debe orientar sus esfuerzos a la fabricación de productos. Esa función debe ser delegada a subcontratistas ubicados en países con mano de obra barata y con leyes permisivas, las sedes centrales de las grandes empresas -desentendidas del ajetreo de la producción- deben dedicar sus esfuerzos al verdadero negocio: “crear una mitología corporativa lo suficientemente poderosa como para infundir significado a estos objetos brutos imponiéndoles su nombre”13. Es lo que también afirma Phil Knight, presidente de la marca de ropa deportiva Nike, cuando dice: “durante años creíamos ser una empresa productora, y por eso dedicábamos todo nuestro esfuerzo a diseñar y a fabricar los productos. Pero ahora hemos comprendido que lo más importante es comercializar nuestros artículos. Ahora decimos que Nike es una empresa orientada hacia el marketing, y que el producto es nuestro instrumento más poderoso de marketing”14.

Marshall Mcluhan, también alejado de la sociedad francesa, y en cierta medida de la obra de Marx, ofrece otro acercamiento a nuestra problemática, particularmente en algunos pasajes de su libro La Comprensión de los Medios como las Extensiones del Hombre. Para vincularlos, tomemos como ejemplo la mercancía vehículo. Según Mcluhan, aquella extensión del norteamericano que lo transformó en un ser de cuatro ruedas, habría venido a nivelar al conjunto de ciudadanos no hacia abajo, sino hacia arriba, hacia la idea de que su propietario, o simplemente quien lo conduce, es parte de cierta aristocracia. El significante automóvil estaría rompiendo la unión que lo ata a su significado de vehículo que puede ser guiado para marchar por una vía ordinaria sin necesidad de carriles, dotado de un motor, generalmente de explosión, que lo pone en movimiento. Si el automóvil viene a satisfacer la necesidad de traslado más rápido que el caminar humano –valor de uso-, y si el aludido anteriormente es su significado, podrá ser adecuado contar, para hacerlo, por ejemplo, con un viejo Ford T o un ejemplar del fallido proyecto automotriz popular chileno Yagán. En este razonamiento no cabe objeción ulterior. Sin embargo aquel argumento puede ser rebatido cuando se sostiene que, y como lo muestra Mcluhan, el automóvil ya no es sólo eso. Durante la década de los ’60, el automóvil ya comienza a mostrar su significado de categoría o clase, de “prolongación que convierte en superhombre a quien va subido en él”15, relegando al peatón a una condición de ciudadano de segunda clase. Mcluhan logra graficar con precisión el carácter que los objetos pueden otorgar a los sujetos cuando cita la siguiente noticia:

“estaba despampanante en mi Continental blanco y llevaba una bordada camisa de cowboy, de pura seda, y un blanco puro, y pantalones negros de gabardina. Junto a mí, en el automóvil, estaba mi Gran Danés (…) que se llamaba Dana von Krupp. No se puede lograr nada mejor que esto”16.

Idea similar a la del sociólogo y cientista político Erik Neveu, quien sostiene que lo vivido, el horizonte de las prácticas humanas, está siendo progresivamente limitado por el consumo de mercancías: “el individuo ya no busca en el amor una comunicación íntima, realiza gestos copiados del play-boy o de la mujer fatal hollywoodense. (…) Fumar tal cigarrillo significa participar de la simbólica virilidad de un cow-boy o tal elección de vestimenta es promesa de éxito social”17. Neveu, junto con interrogarnos acerca de si es problemática o no la reducción del ciudadano en consumidor, y de seguro teniendo en consideración una respuesta prácticamente instintiva y negativa de nuestra parte, nos provoca con la siguiente invitación: “¡déjese llevar sin mala conciencia a la alegrías que prodiga la mercancía, saboree sin peligros los productos light, vista ropas con ‘etiquetas éticas’, disfrute del placer de manejar un vehículo ‘verde’!”18. Para el agrado de cualquier modo de ser, el mundo de la mercancía ya habrá creado lo necesario para capturarlo con sus encantos, sea en la forma de vestimenta, juguetes, libros, pasatiempos, viajes, etc.

La mutua simpatía de las mercancías y la televisión

La influencia ejercida por los objetos -concretamente mercancías- sobre los sujetos es la problemática que se encuentra a la base de estas líneas. Si a esta idea le concedemos cierto asidero en la realidad, pareciera ser cierto también que aquel influjo no toma la forma de una capacidad desprendida desde los objetos y que se dirige hacia la inadvertencia del conjunto de los sujetos. Pareciera ser, más bien, que se trata de un poder etéreo atribuible a las mercancías de un mismo tipo en su conjunto, de las que emana el poder obnubilante que recae sobre cada uno de los sujetos atómicos y aislados. A ellos debe ir proyectada la seducción aumentada, porque cierta necesidad ha buscado y encontrado el modo de potenciarla artificialmente. Esa inyección cualitativa y cuantitativa del poder seductivo de las mercancías –particularmente en su forma de publicidad- encontrará un aliado estratégico en la televisión19, creación humana que tampoco se encuentra exenta de un poder transformador para su creador.

Veamos, entonces, por una parte, cuál es la naturaleza de tal poder transformador y, por otra, cómo es que ha llegado a crearse aquella alianza entre mercancía y televisión. En Homo Videns, La Sociedad Teledirigida, Giovanni Sartori muestra que las civilizaciones se desarrollan con la escritura, por el paso dado de una comunicación oral a una escrita. La historia habría mostrado que los avances en este ámbito se sucedieron lentamente hasta arribar a uno de sus momentos más significativos: la invención de la imprenta y, luego con ella, la impresión diaria del periódico. Con este hecho, la masificación de la palabra escrita habría tocado unos de sus puntos más altos. De un modo casi simultáneo, otros avances técnicos fueron dándose en el área de la transmisión de información, el telégrafo y el teléfono por ejemplo. La radio, por su parte, mostró además la novedad de difundir un mensaje de manera inmediata a diversos receptores: “es el primer gran difusor de comunicaciones; pero un difusor que no menoscababa la naturaleza simbólica del hombre”20, esto debido a que en la radio se habla, se difunden ideas dichas con palabras, algo similar a lo que sucede con el libro, el periódico, el teléfono, etc. La ruptura, sin embargo, vendría dada a mediados del siglo XX con la llegada de la televisión. En ella debe cumplirse con la función de llevar ante los ojos de los espectadores cosas que puedan ser vistas, predominando el hecho de ver sobre el de hablar, una preeminencia de lo representado en imágenes antes que lo dicho con palabras: en televisión lo dicho es secundario, se encuentra en función de la imagen, comenta la imagen. Una de las consecuencias, tal vez inadvertida, a las que se arribó con la masificación de la televisión es el fenómeno al que hoy asistimos y que puede ser glosado en la forma del informarse viendo, hecho que estaría modificando la naturaleza de la comunicación toda vez que la traslada del contexto de la palabra al contexto de la imagen. La radicalidad de esta diferencia estriba en el hecho de que “la palabra es un símbolo que se resuelve en lo que significa, en lo que nos hace entender. Y entendemos la palabra sólo si (…) conocemos la lengua a la que pertenece. (…) Por el contrario, la imagen es pura y simple representación visual. La imagen se ve y eso es suficiente; y para verla basta con poseer el sentido de la vista, basta con no ser ciegos”21. Si esta hipótesis es cierta, lo que la televisión estaría produciendo, es una alteración de la naturaleza del homo sapiens, modificándola ahora, en palabras de Sartori, en la de un Homo Videns.

La televisión, luego, no sólo será instrumento de información, sino también un proceso de formación, una paideia que generaría un nuevo tipo de ser humano. La hipótesis se fundamenta simple y exclusivamente en el hecho de que los niños se sientan largas horas frente al televisor, antes de iniciar su proceso de aprender a leer y escribir. La televisión, de este modo, se transforma en la primera escuela de la que el niño recibe su impronta en imágenes de un mundo centrado en el hecho de ver: una escuela divertida que precede a la escuela aburrida. Como resultado, el niño que creció frente al televisor se transforma en un adulto sordo a los estímulos de los saberes transmitidos de modo escrito, un hombre que no lee y que de adulto responderá básicamente a estímulos audiovisuales. Este tipo de niño no crece mucho más. “A los treinta años es un adulto empobrecido, (…) es, pues, un adulto marcado durante toda su vida por una atrofia cultural”22. Idea simpática a la de Mcluhan cuando sostiene que “pensamos en la televisión como un medio auxiliar accidental cuando, en realidad, ya ha transformado el proceso de aprender de los jóvenes, muy independientemente del de la escuela”23, o a la de Debord, quien ve una explicación de la continuidad de la sociedad del espectáculo (desde 1967 hasta hoy) no en el perfeccionamiento de la instrumentación mediática, sino en “la dominación espectacular [que] ha logrado criar una generación sometida a sus leyes”24.

Ahora bien, si se tiene en consideración que el principal método de financiamiento del que se vale la industria televisiva es el dinero obtenido a través del cobro por concepto de anuncios publicitarios -a través del contrato de emisión-, nos encontraríamos en condiciones de enlazar las ideas de Sartori con la problemática más arriba descrita y que Baudrillard enunció en los términos citados en la nota n°8 de este ensayo. La publicidad, podemos decir, es la disciplina que tal vez mayor poder de seducción puede inyectar artificialmente a las mercancías. Éstas, ahora inundando el espacio y tiempo televisivos -rebalsado por sobre el viejo corte comercial- podrán ejercer su influjo me manera multiplicada en virtud de la cantidad de televisores encendidos y televidentes sentados frente a ellos. Lo que el sujeto busca tras la mercancía (o lo que alguien desea que busque), ahora, es fácilmente presentable por el trabajo de una agencia publicitaria, una boutique creativa o una central de medios. Lo que, por lo menos, antes era trabajo de su imaginación y deseo, hoy se encuentra dado frente él de modo tal que lo que antes no sabía que existía, hoy lo necesita.

La fuerza seductiva que Baudrillard vio en la cualidad de los objetos es un descubrimiento que ante la colaboración de la industria televisiva y las agencias publicitarias podrá mostrar una potencia multiplicada. Es lo que Debord sostiene cuando dice que “olas de entusiasmo por un determinado producto, apoyado y difundido por todos los medios de información, se propagan así con gran intensidad”25. El efecto seductivo de las mercancías, con esta otra vuelta de turca, se ve cuantitativa y cualitativamente acrecentado volviéndolas prácticamente irresistibles a la voluntad de los sujetos. Mercancías y televisión irán de la mano dictando la pauta de aquellos que, inadvertidos, reducirán gran parte de sus días al “trabajar-ver-consumir”.

Ese modo de ser, el carácter de aquel individuo inadvertido, puede ser claramente identificable con el del personaje creado por Jerzy Kosinksy en su novela Desde el Jardín. Chance, un jardinero con retraso mental quien queda desprovisto inesperadamente de su círculo social y afectivo inmediato, se ve forzado a enfrentar al mundo exterior interpretando todo cuanto se le presenta bajo los criterios que por años le proporcionó su oficio y las horas frente a la televisión. Heredando sólo una maleta con trajes de su antiguo patrón, esta persona indocumentada, que trabajaba sin recibir sueldo, con escasísima educación, que ha nacido del azar o casualidad –de ahí su nombre-, difícilmente podrá desenvolverse dentro de una sociedad norteamericana hostil y competitiva. O por lo menos eso es lo que puede intuirse. Sin embargo, e insólitamente, es bien recibido particularmente por la alta sociedad quien, con el paso del tiempo, llega a considerarlo uno de los suyos, toda vez que interpreta con tintes de genialidad metafórica lo que Chance pueda decir respecto a la política, la economía o los asuntos humanos, cuando éste sólo se encuentra pensando en su viejo oficio de jardinero y en los programas televisivos que veía en su tiempo libre.

Las características de Chance the gardiner parecen no significar una dificultad para aquella sociedad que, incluso, llega a comprender su nombre –porque aquel era su único nombre- en términos de un refinado francés Chauncey Gardiner. En esta novela no es él quien encierra la problemática de concebir un mundo tal cual lo muestra la televisión, con las alteraciones culturales que aquello puede involucrar. No. Es el conjunto de la sociedad, o un influyente sector de la misma, el que se autocomplace de las insuficiencias que la están formando. En una sociedad como aquella, como la nuestra, puede llegar a ser exitoso un hombre que en su vida sólo ha trabajado en un jardín, ha visto televisión y ha heredado un par de buenas pilchas. Con eso basta.







1 De acuerdo a nuestra reflexión, y tomando las palabras de Hans Jonas, estas ideas pueden ser sintetizadas en un “poner el saber al servicio del dominio de la naturaleza y hacer del dominio de la naturaleza algo útil para el mejoramiento de la suerte del hombre”, Jonas, Hans, El Principio de Responsabilidad, ensayo de una ética para la civilización tecnológica, Ed. Herder, Barcelona, 1995, p. 233.
2 Con esta salvedad buscamos esclarecer que, en los análisis que prosigan, podremos estar alejándonos de lo que en un inicio hemos descrito como dualidad sujeto-objeto o, por lo menos, como lo ha venido estudiando la tradición filosófica.
3 Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Vol. I, Ed. Fondo de Cultura Económica, México, 1968, p.37.
4 Vale recordar la recomendación de la escuela althusseriana que aconsejaba leer El Capital saltándose el Capítulo I, aquel donde se incluían los análisis sobre el fetichismo de la mercancía.
5 Entre 1953 y 1958 la producción industrial francesa creció en un 57%, mientras que el resto de los países europeos lo hizo a un ritmo medio del 33%; asimismo, la tasa de personas empleadas en la agricultura francesa duplica, por ejemplo, la de Holanda (con un 13%). En 1953 se emite la primera transmisión televisiva en directo y comienza la construcción de los primeros grands ensembles (viviendas de alquiler módico). En 1955 se presenta en el mercado la lavadora automática de ropa y las empresas de electrodomésticos se ven beneficiadas con un redoble de gastos de las familias francesas en este rubro. La cotidianidad francesa se ve tan modificada que el ritmo de vida medio llega a ser denominado métro-boulot-dodo”Guy Debord, Ed. Anagrama, Barcelona, 1998, p. 69. (metro-trabajo-dormir). Datos citados en Jappe, Anselm,
6 Para una concisa descripción de lo entendido por Debord como “espectáculo”, cfr. Debord, Guy, Comentarios Sobre la Sociedad del Espectáculo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1999, p.14: “En 1967 demostré en un libro, La sociedad del espectáculo, lo que el espectáculo moderno era ya esencialmente: el dominio autocrático de la economía mercantil que había alcanzado un status de soberanía irresponsable y el conjunto de las nuevas técnicas de gobierno que acompañan ese dominio”.
7 Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo [en línea], §43, <http://www.sindominio.net/ash/espect2.htm>, [consulta: noviembre de 2008]
8 Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo [en línea], §47, <http://www.sindominio.net/ash/espect2.htm>, [consulta: noviembre de 2008]
9 Al traducir y editarlos, Lefebvre se convirtió en uno de los primeros difusores de los textos del joven Marx en Francia en la década del treinta, incluso en su obra Conscience Mystifiée de 1936 aborda el tema de la alienación, cuestión escasamente discutida en Francia durante esos años.
10 Baudrillard, Jean, Las Estrategias Fatales, Ed. Anagrama, Barcelona, 2000, p.115.
11 Kohan, Néstro, Marx en su (tercer) Mundo, Ed. Biblos, Buenos Aires, 1998, p. 139.
12 Klein, Naomi, No Logo, el poder de las marcas, Ed. Paidós, Barcelona, 2001, p.49.
13 Íbid.
14 Willigan, Geraldine E., High-Performance Marketing: An Interview with Nike’s Phil Knight, Harvard Business Review, 12 de Julio de 1992, p.92. Citado en Klein, Naomi, Opus cit., p.49
15 Mcluhan, Marshall, La comprensión de los medios como las extensiones del hombre, Ed. Diana, México D.F., 1971, p. 273.
16 Íbid. p. 268.
17 Neveu, Erik, ¿Una sociedad de comunicación?, Ed. Lom, Santiago, 2006, pp. 34-35.
18 Íbid., pp. 35-36.
19 Entendemos que los últimos avances de la técnica en el campo de las telecomunicaciones puedan haber superado el paradigma de la televisión. Computadoras, teléfonos móviles y demás formas de telecomunicación efectivamente estarán disminuyendo el tiempo que las personas pasan frente al televisor. Sin embargo, creemos que el considerar el fenómeno televisivo es un antecedente capital para comprender las nuevas formas que las telecomunicacionales han adoptado y que seguirán adoptando. Por lo demás, las estadísticas siguen denunciando una alta exposición temporal de los chilenos frente al televisor, dato no menor a considerar cuando, según la sexta encuesta del CNTV, los chilenos ven un promedio diario de 2 Horas y 50 minutos de televisión. Datos citados en http://www.cooperativa.cl/prontus_nots/site/artic/20080807/pags/20080807171957.html, [consulta: noviembre de 2008]. Mientras que la exposición televisiva de los preescolares chilenos (niños hasta los 5 años de edad), tiene un promedio diario de 3 horas y 30 minutos. Datos citados en http://bibliocorresponsal.wordpress.com/2007/09/07/.., [consulta: noviembre de 2008.]
20 Sartori, Giovanni, Homo Videns, la sociedad teledirigida, Ed. Taurus, Buenos Aires, 2005, p.26.
21 Íbid. p.35.
22 Íbid. p. 38.
23 Mcluhan, Marshall, opus cit., p. 270.
24 Debord, Guy, Comentarios sobre La Sociedad del Espectáculo, Ed. Anagrama, Barcelona, 1999, p. 19.
25 Debord, Guy, La Sociedad del Espectáculo [en línea], §67, , [consulta: noviembre de 2008].